Gonzalo de Castro es Jacobo Vidal
Siempre en guardia para neutralizar cualquier imprevisto antes de que se convierta en desgracia, lo que ante los ojos de los demás lo hace parecer un excéntrico paranoico, su carácter obsesivo se despliega con especial virulencia cuando se trata de sus hijos. Jacobo los ama locamente y es a ellos a quienes más espera proteger de los caprichosos embates de la vida. Implacable a la hora de marcar reglas y caminos, su rigidez y autoritarismo lo incapacitan para la felicidad y se interponen en la de los que están bajo su asfixiante protección. No obstante todo esto lo convierte también en un personaje de gran nobleza y humanidad, lejos de cualquier cinismo.
Así, el personaje se construye alejado de arquetipos y repleto de contradicciones. Por más que se presente como el adalid de la razón frente a la inconsistencia generalizada, lo cierto es que Jacobo es tan presa de las emociones como el que más. Ese es quizás el obstáculo más significativo que enfrenta su obsesión por el control: el desconocimiento de los mecanismos que originan nuestras decisiones y que empujan nuestras vidas hacia lo desconocido.
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